Para ella fue una temporada especial, distinta, única. Si se quiere, un tanto empalagosa. Porque Paula Chaves encaró la última edición de Bake Off, el realitie de pastelería, postres y demás preparaciones de ese estilo transitando el dulce embarazo de Filippa, su tercera hija. En esas condiciones conoció a Agustina Fontenla, una de las participantes más queribles del certamen.
Incluso, el nacimiento de la niña coincidió con la segunda grabación de la final (la primera la había ganado Samanta, pero en las redes se descubrió que habia trabajado como profesional, y en la nueva se impuso Damián Basile) y ella debió verla por la tele. Un año y medio más tarde, Paula tuvo que despedir a Agustina, quien falleció en Río Negro, su provincia natal, víctima del coronavirus. Su último adiós podía ser el de todos los que compartieron con ella: la rionegrina se hizo querer ayudando una y otra vez, incansablemente, a todos los participantes que necesitaban una mano.
Así era Agustina. Dada, compinche, pata, buena compañera, divertida, alegre, ocurrente. Una buena persona. Ninguno de los participantes del certamen, a pesar de que había plata, contratos, fama y un futuro en juego podría hablar mal de ella. Al contrario. Cuando se enteraron de la noticia, todos corrieron a sus redes sociales para tributarle una emotiva despedida.
La noche que se fue -entre lágrimas y angustiada, pero satisfecha por haberlo "dado todo"- Cristophe Krywonnis, el jurado más exigente de aquel certamen, la despidió con honores y con toda la pompa. "Cuidado, que esto no es una derrota, de ninguna manera esto es un fracaso Esto es un éxito total porque vos ya no sos solamente abogada, ahora sos abogada y pastelera, incluso te diría que te vas a olvidar de los libros", le auguró el francés.
"¿Sabés lo que va a ser el sur ahora, cuando vuelvas? Tus padres se van a encontrar con una hija más madura y gran profesional de la pastelería. Y cuidado que tu novio se va a enamorar por segunda vez de vos eh. Esto te lo aseguró", le remarcó. Agustina no podía parar de llorar.
Era, además, una de las preferidas de la gente. Un poco también por eso, por su generosidad, por su corazón enorme y por su costumbre de tender una ayuda o una voz solidaria cuando un "rival" quedaba varado en problemas en el medio de una preparación. Siempre, pero siempre, estaba Agustina para sacarlos adelante aunque a ella la favoreciera que otros perdieran. No le interesaba eso. Agustina murió, pero dejó una huella. Y aunque eso no evitará el dolor, por lo menos es un consuelo.