El 10 de febrero de 2003, hace 18 años, a Malena y a su mamá, María Valenzuela, les cambió la vida. Porque ese día, la hija de la actriz sufrió un accidente cerebro vascular que la obligaría a aprender todo de nuevo y que signó cuál sería su propósito de ahí en adelante: trabajar en prevención con los jóvenes.
“Lo mío fue como volver a nacer a los 19 años: tuve que empezar de nuevo, aprendiendo a hablar, a caminar, a comer; como un bebé, ni más ni menos”, contó Malena a La Nación, al recordar el duro episodio.
“Me descubrieron una malformación arteriovenosa, que es un problema congénito: uno de cada cien mil la padece; me tocó y logré superar la etapa más difícil de mi vida gracias al apoyo de los profesionales que me asistieron, pero también al enorme corazón de mamá”, explicó.
“Lo mío fue como volver a nacer a los 19 años: tuve que empezar de nuevo, aprendiendo a hablar, a caminar, a comer; como un bebé, ni más ni menos”.
Las estadísticas no eran alentadoras: de diez personas que lo sufren, sólo dos sobreviven, y lo único que Male tenía a su favor era que era muy joven.
Tal como contó, dos días antes de sufrir el ACV tuvo un dolor muy agudo que pensó que era de muelas. Fue al odontólogo, la revisaron a fondo, pero no encontraron nada. Sin embargo, le insistieron con que consulte con un médico.
“Así lo iba a hacer, pero el ACV no me dio tiempo”, señaló. Al otro día de ese episodio, la joven estaba viendo una película con su novio de ese entonces y su mamá, cuando el chico notó que a ella le pasaba algo, porque le hablaba y no le respondía.
Malena contó que primero pensaron que le había bajado la presión, y que, mientras intentaron llevarla a su cama, empezó con vómitos. Llamaron a urgencias y la trasladaron al Sanatorio Dupuytren, donde le practicaron una tomografía donde se verificó que tenía una mancha en el cerebro.
De inmediato la operaron y, desde ese momento, Malena estuvo catorce días en coma farmacológico, entre la vida y la muerte, un durísimo trance que llevó a su madre a escribir un libro: Malena despierta.
"Logré superar la etapa más difícil de mi vida gracias al apoyo de los profesionales, pero también al enorme corazón de mamá”.
“Fue difícil de superar. Luego de la intervención ella me llevó a Fleni Escobar y ahí estuve casi un mes. Arranqué en silla de ruedas, pelada, con apenas 38 kilos, sin hablar, postrada; por eso desde hace años sé que mi rol en este mundo es concientizar acerca de la prevención del ACV”, indicó.
En este sentido, desde 2017 la joven trabaja junto a neurólogos y se puso al frente de un programa llamado Male te cuida, que incluye una revista y con el que quiere recorrer el país para dar charlas al respecto, para el que necesita financiamiento urgente.
"Arranqué en silla de ruedas, pelada, con apenas 38 kilos, sin hablar, postrada; por eso desde hace años sé que mi rol en este mundo es concientizar acerca de la prevención del ACV”.
Pasaron años, pero ella no olvida lo dura que fue la recuperación, que definió como “muy cruel”. “Recuerdo que los médicos me mostraban figuras u objetos cuando empezaba a hablar y yo debía reconocerlos. En una oportunidad me mostraron la imagen de un gallo, pero no me salía decir esa palabra”, relató.
“Las secuelas cognitivas me impedían decir algo tan simple como ‘gallo’. Y continúan durante toda la vida. Yo tuve la dicha de tener una madre que se internó y la peleó conmigo minuto a minuto. Y luego durante dos años me acompañaba a hacer mi tratamiento, si no no sé qué sería de mí”, cerró, emocionada y fortalecida, ya parada en otro lugar.