En ningún telescopio se avizoraba este fenómeno. Pocos osados se animaban a aventurar ese regreso, esa segunda vuelta de una pareja muy querida. No obstante, el fin de semana pasado se desató un cataclismo con la la reconciliación de Jimena Barón con Mauro Caiazza.
Después de toda el agua que corrió bajo el puente de aquella relación, con las argumentaciones de un amor que se había desvanecido y una falta de conexión, la autora de La Cobra y el excelso bailarín decidieron transitar juntos a la par nuevamente.
Los indicios surgieron de las propias redes sociales, y de los perfiles de Mauro, a pesar que Barón es una influencer y usuaria tremenda. Ese grito de un balcón de una vecina, que se exaltó al ver a Caiazza caminando por la calle con Jimena. ¿Si no porqué se asombraría la mujer, si la única pareja famosa del bailarín fue Jimena?
“No hay nada que decir, disculpame”, le dijo Jimena a Paparazzi, el miércoles.
Después aquella storie del morocho con un caracol en la palma de la mano, en la que se veía claramente unas uñas pintadas femeninas. Justo el caracol, que era el sobrenombre que le inventó Marcelo Tinelli en la pista del Bailando, en los albores del romance con Jimena.
En la semana, Paparazzi fue el único medio que encontró a Barón, al interceptarla en Palermo, en la zona de Plaza Italia, antes de ingresar en un centro de estética. En esa charla, la actriz no aprovechó para desmentir las versiones de reconciliación. Solo atinó a repetir: “No tengo nada para decir, por favor”. El que calla otorga.
Como si todo esto fuese poco, este medio accedió a una información muy jugosa. Varias fuentes se contactaron para describir lo que pasó este sábado y domingo. Resulta que la tenencia de Momo de parte de Daniel Osvaldo, le otorgó tiempo libre a Jimena.
La autora de La tonta, ni lerda ni perezosa, armó el bolsito y viajó de su departamento en Palermo al hogar de Mauro, en San Telmo. A partir de las averiguaciones con vecinos, se pudo constatar que los tortolitos pasaron los dos días a puro arrumacos y disfrutando de la comodidad de la casa para mimarse y continuar con la edificación del puente a la reconciliación.