Rodolfo Ranni nació el 31 de octubre de 1937 en Fassana, un pueblito de Italia, cerca de Trieste, una zona que padeció la Segunda Guerra Mundial. Invitado de lujo en Las noches de Jey recordó que sus juguetes de infancia “eran granadas. Tenían que ver con todo lo bélico”. Esa realidad dio paso al relato de uno de los tantos hechos traumáticos que vivió en su infancia.
“Después de la guerra con mis amigos salíamos a jugar en las zanjas y encontrábamos granadas y cargas de armas”, explicó. La diversión era tirarlas al fuego porque no sabían para donde irían. “Un día uno de mis amigos encontró una granada, le sacó la espoleta y le explotó. Era el hijo del comisario del pueblo. Me podría haber pasado a mí”, contó.
Según contó a su amigo “le explota la granada en la panza, va cruzando la calle y se cae en medio de la ruta con las tripas para afuera. Apareció su mamá con una sábana blanca, sin llorar porque ya la gente no tenía lágrimas en ese momento, toma a su hijo en brazos, lo cubre con la sábana y se va a su casa. Esa imagen en medio de la ruta, no me la olvidaré nunca.”
En 1947, cuando cumplió diez años, con sus padres y sus dos hermanos emigraron a la Argentina. Se instalaron en la zona de Retiro y aunque Ranni era un niño consiguió su primer y escatológico trabajo: juntar la orina de su jefe: “Yo recién llegaba de Italia y en la esquina de mi casa estaba la librería Caporaleti. Había un viejo tano y yo entraba a comprar una galletita Tita”, comenzó su relato.
Según recordó la golosina costaba cincuenta centavos. Pensando que si trabaja en el lugar no se la cobrarían, le preguntó al dueño si no necesitaban un empleado. “Me dijo que no tenía baño y hacía pis en un tachito. Si querés tu trabajo sería venir todas las mañanas cuando vas a la Plaza San Martín a patinar, agarrás el tachito, tirás el pis en la boca de tormenta, lo enjuagás y me lo dejás atrás”, firmó.
Después de explicarle en qué consistía la tarea le preguntó cuánto quería ganar: “Yo no tenía idea era un chico recién llegado de Italia así que le respondí: una Tita. Así que mi primer sueldo fue una galletita y ese también fue mi primer trabajo”.
Otra dato llamativo fue la edad en la que comenzó a fumar: cinco años. “En esa época cuando cumplías 18 años tu papá te permitía fumar delante de él en tu casa. Era algo cultural”. El tabaco lo atrapó: “De chico si encontraba un toscano en la calle me iba atrás del muelle y me lo fumaba. Armaba cigarrillos con diarios y hojas secas. Me preguntaban qué quería para mi cumpleaños y pedía Chesterfield (una marca de cigarrillos) sin filtro. Mi hermano nunca se aficionó al cigarrillo pero yo era una cosa terrible”.
Su papá también fumaba mucho, y en el placard tenía varios cartones guardados. “Una vez le abrí un cartón, agarré un atado, le despegué la tirita, lo abrí, le saqué un pucho, volví a pegar todo y lo guardé otra vez en el cartón”, le confesó a Jey. “Mi viejo se murió pensando cómo carajo había 19 cigarrillos en un atado de 20”. Pese a la adicción pudo dejarlo y hace 35 años que no fuma.
Como Gustavo Sofovich, hijo de Gerardo es el productor del programan, los invitados suelen recordar algún momento compartido con su padre. Ranni filmó El desquite y En retirada con Sofovich padre. En una clínica de la calle Córdoba filmaban una escena donde el personaje de Sofovich aparecía muerto y Ranni debía verlo.
“Gerardo estaba muy serio haciendo de muerto, me acerco y le digo ‘pensar que hay gente que pagaría porque esto fuera cierto’. Se empezó a reír tanto que se cortó la escena. La repetimos siete veces la toma y como no paraba de reírse nos mandaron a todos a comer”, contó.
Hacia el final del programa, Jey le recordó que llegó a la final de Cantando por un sueño con Ileana Calabró y que ella se impuso. Aunque aseguró que el triunfo de Ileana no le quedó atragantado, deslizó una ironía “es que llevó tantos tiramisú que dijeron algo le tenemos que dar.”