Como la vida misma, toda etapa tiene sus cambios, modificaciones, nuevos desafíos y vivencias. Para Julieta Prandi (37) es una etapa de reencuentros con viejas pasiones, aquellas que le quedaron pendientes o que estaban, tal vez, guardadas en el cajón de los recuerdos. Separada hace algunos meses de Claudio Contardi, el papá de sus dos hijos, Mateo (8) y Rocco (3), con quien estuvo casada once años, la conductora está dedicada a su trabajo, a la familia y a que el tembladeral anímico que atraviesa se ponga en equilibrio. Las clases de cerámica fueron el puntapié inicial. Y hoy también incluye la vuelta a la literatura y su próximo regreso al flamenco.
“En la cerámica descubrí el poder de concentración y conexión conmigo. Las clases con Nicolás Pottery, más allá de que son individuales las que yo tomo y él es maravilloso, son dos horas en que me concentro y estoy conmigo misma. A veces, incluso me quedo más tiempo. Siento todo el tiempo mientras gradúo la forma, intensidad y dinámica con mis manos. Estar todo el tiempo con las manos en la arcilla es como tenerlas en la tierra. Los movimientos tienen que ser sutiles porque se hace un poco de fuerza de más y se genera un desastre. Hacía tiempo que no sentía eso de escucharme, de conectar conmigo, de abstraerme del teléfono, del afuera, de todas las cosas que suenan todo el tiempo y que nos distraen”, reconoció la rubia.
El comienzo. Como todo nuevo ciclo, siempre hay un motivo que lleva a dar el primer paso. “Arranqué con esto que es de alfarería y ya le dije al profesor que quiero seguir y hacer, en algún momento, mis propias obras de arte, unas esculturas pero para mí, por propio gusto. Las primeras que hice ya fueron al horno, y la próxima clase empieza el proceso de pintado. Cuando las termine, no sé si las voy a regalar, porque son las primeras obras, tienen mi firma. Me vienen bien para casa porque son vasijas, bols y está bueno para tener en el hogar”, adelantó.
“La cerámica es algo que quería hacer desde muy chiquitita. En su momento, mi mamá no me mandó al curso y me quedó pendiente. Y este año me lo ofreció un amigo, y fue como que me leyó la mente, porque es algo que siempre quise hacer. Era algo que tenía pendiente y me recontra enganché. Voy muy bien, el profe dice que soy buena alumna, que presto atención, pero es que me gusta, eso es lo que pasa. Y cuando uno hace algo que disfruta, avanza rápido. Lo que más me atrapa es no tener que responderle nada a nadie, saber que es un proceso que lleva su trabajo y que voy a tener las creaciones conmigo. Está buenísimo ver nacer algo y que quede lindo, me encanta eso. Me resulta terapéutico, relajante, me da paz”, se sinceró Prandi.
Por más. “También volví a mis clases de lectura y de escritura. Conectarme conmigo hace que tenga más ganas de hacer más cosas que tengan que ver con disfrutar, con el arte y con la creación. Lo que me queda, pero tengo que encontrar el horario, es volver a las clases de flamenco, otra de las cosas que hacía”.
La rubia ahora tiene tiempo para ella.
Una de sus nuevas pasiones: trabajar con Nicolás Pottery.
¿Ya tiene alguien que la consuele?
¡Qué genia!