Tamara Garzón lleva la actuación en su ADN y una energía y alegría que contagia. Hija de Alicia Zanca y de Gustavo Garzón, nació sólo once meses después de Juan y Mariano, sus hermanos mellizos con síndrome de Down.
“Siempre viví su condición con naturalidad, no desde el sufrimiento. Mis padres, toda la familia lo transitaba de la misma manera”, contó la joven a Teleshow, y aseguró que fueron ellos y todas las personas con discapacidad con las que trata quienes le enseñaron a andar por la vida sin prejuicios.
“Ellos no juzgan. Te aceptan como sos. Puedo ser avasallante y a alguna persona común quizá le molesta. Ellos en cambio aceptan a todos. No condenan a nadie. Disfrutan”, dijo la actriz que brilló en Chicas católicas, que está de novia con Gustavo Pardi, también actor. Hoy, tiene varios proyectos con chicos Down, desde una propuesta por Zoom que la rompe y hasta un programa que sueña con llevar al aire.
¿Y qué recuerda de sus años de infancia junto a los mellizos? “Eran terribles”, aseguró, entre risas, al recordar sus travesuras de chicos, como cuando les escondían las cosas a los actores antes de salir a escena cuando Alicia los llevaba con ella al teatro, o la ahogaban cuando se tiraba a la pileta a supervisarlos.
“Yo era muy responsable, trataba de no generarle problemas a mis viejos, era muy mamá de mis hermanos. Algunas situaciones me podrían haber achicado y no, al contrario. Era líder en la escuela. En el secundario me llevaba materias, pero las daba sin problemas”, dijo.
Y fue en 2012 cuando ella tenía 22 años, que su mamá murió tras luchar contra el cáncer. En ese momento, con todo el dolor, Tamara decidió cuidar a sus hermanos dos veces por semana. “Lo hice por ellos, pero también por mi viejo”.
“Yo era muy responsable, trataba de no generarle problemas a mis viejos, era muy mamá de mis hermanos".
“Vivimos a unas cuadras. En mi casa tienen su cuarto. Nos gusta cocinar juntos. Son ideales como ayudantes de cocina. Cortan las verduras con minuciosidad y como no los aburre la repetición les encanta hacerlo”, dijo, sobre esta cotidianidad que tanto conoce y que la llevó de manera muy natural a trabajar con chicos con discapacidad.
“Como actriz andaba con poco trabajo y mi papá me propuso dar clases en su escuela. Él ya ofrecía cursos para personas con capacidades diferentes. Yo no me quería enganchar pero me terminé enamorando. Se vincula mucho desde lo emocional, y yo soy pura emoción”.
Fue empezar y darse cuenta de que era lo suyo: “Por mis hermanos conozco lo que les gusta. Con mis alumnos tenemos un enganche mutuo. No siento pena, los amo. La paso bien con ellos y ellos conmigo. Hay algo mágico que sucede”.
Con ellos organizó shows con canciones y coreos, y en 2020, cuando empezó la pandemia, arrancó con un Zoom de baile y fiesta que arrancó para ayudarlos a pasar el encierro, sacarlos del sedentarismo y a “liberar a los padres un rato”.
Así, durante un par de horas, Tamara los invita a bailar, los chicos se visten, cantan y se divierten con sus consignas lúdicas. “Las contras del zoom las transformamos en beneficios. Disfrutan de esconderse, de mostrar sus manos. Aprenden coreografías. Bailamos fuerte”, aseguró, contenta de poder brindar algo original.
“Por mis hermanos me daba cuenta que a veces las únicas propuestas son de rehabilitaciones terapéuticas. Faltaban propuestas artísticas”, indicó la joven, que además de ser actriz y haber estudiado artes combinadas, es acompañante terapéutica.
¡Una genia!
