El humorista recordó lo que tuvo que hacer para que Marcelo Tinelli le diera la oportunidad de ser parte de su programa, el éxito más grande de la TV en los años noventa.
Corría 1992 y Toti Ciliberto no sabía que estaba muy cerca de desembarcar en las grandes ligas cuando vio un anuncio de Telefe en busca de actores cómicos. Hasta ese entonces, Toti había incursionado en el teatro off, tenía un título en Educación Física y trabajaba como preceptor y profe de gimnasia.
Sin embargo, el humorista tuvo que ganarse el derecho de piso antes de ser parte del equipo de Videomatch, el programa que fue todo un signo de la época y de la televisión de los años noventa y dos mil y en donde surgieron infinidad de figuras del medio, de la mano de la varita mágica de Marcelo Tinelli.
“Entré de grande al medio, primero me recibí de profe de Educación física y después empecé a estudiar teatro con Ricardo Bartís. Empecé en el Parakultural, con un grupo que se llamaba Tiro libre, actuábamos en los clubes”, le contó Toti a Florencia de la V, de visita en su late night show de América.
En cuanto se encontró con el aviso, Ciliberto se anotó. Pero Tinelli no se la hizo fácil. Si bien Toti quedó adentro, debió tener paciencia y soportar un fastidioso y frustrante “lado b”. “Ahí estuve seis meses disfrazado de loro, esperando entrar… “, recordó en La noche de la V.
“´Ya vas a entrar, estamos buscando el momento´, me decían… El asistente de piso era Miguel Ángel Rodríguez en ese entonces”, contó, y explicó el porqué de tanta espera: “Querían que estuviera en croma, a un costado, para que estuviera arriba de él, se ve que Marcelo no encontraba el momento, ya la gente me miraba y decía ´pobrecito´…”.
“Lo copado era cuando terminaba el programa y decían que no había salido…Al final salí una sola vez disfrazado de loro…”, señaló el humorista, que en su visita al ciclo también indicó cómo el humor fue un aliado para atravesar un momento difícil de su vida, cuando era adolescente y en la escuela lo burlaban.
“Yo sufrí mucho en la adolescencia porque tenía un acné muy importante y no conocíamos que se llamaba bullying lo que te hacían en ese momento”, contó. Su trauma era tan grande que llegó a limitarlo mucho en su vida cotidiana: “No quería ir a bailar, ni a la escuela, la verdad lloraba cuando me miraba en el espejo y era muy triste”.
“Lo bueno de todo es que dije ‘ya que se ríen de mí, me voy a reír yo también’. Primero empecé diciendo ‘hola, llegó la junta nacional de granos’, ‘hola, llegó el choclo’, ‘me salió una cara en el grano’. Empecé a gastarlos también a ellos, nos empezamos a divertir y creamos como un vínculo”, comentó, sobre esa etapa en la que encontró la forma de pasarla mejor.
“Siempre digo que tiene mucho que ver, no lo que se dice, sino cómo se dice. Porque podés decir cosas con buena onda o con mala onda y así son recibidas”, aclaró, a modo de cierre sobre su experiencia.
